Somos memoria. Almacenamos recuerdos y, después, los pasamos por el filtro de nuestros deseos, miedos y esperanzas. Finalmente, los vertemos en un relato que establece lo que llamamos realidad. No nos engañemos, hay tantas realidades como pensamientos individuales. Tal vez por eso perdure entre nosotros la fascinación que nos ofrecen las narraciones: suponen un acercamiento tan distinto (y a veces tan igual, no sé cuál de los dos fenómenos me sorprende más) y original a la misma realidad. |
Somos presente. Cada segundo, cada respiración es una prueba palpable de que estamos vivos y despiertos. Cada palabra que articulamos es un ave que cobra vida, vuela y se desvanece en un instante. Toda una existencia confinada en un momento fugaz. Desde el nacimiento de la cultura, las civilizaciones más antiguas representaron en un escenario la lucha de unos personajes contra un destino o la realidad cotidiana de su existencia más mundana. Y lo hicieron dotándolos de un discurso que los hiciese reconocibles en cada uno de los espectadores. |